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20 octubre, 2006

Mi cara es el reflejo de mi paz interior

EL CAMINO HACIA LA FELICIDAD
 
MENSAJES DE LA MAESTRA KWAN YIN.
 
COMUNICACION  COSMICA
Allende  1107  Oriente.
Monterrey  N.L.,   MEXICO.
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Tel:  (81)- 83-43-41- 57
Apartado Postal:  2097
 
LA CARA ES EL REFLEJO DE LA PAZ INTERIOR.
 
Sigamos trabajando, develando el camino de la felicidad.
Las deficiencias en la comunicación de los seres humanos.
Cuando nosotros observamos cómo los seres humanos intentan comunicarse y sólo lo logran parcialmente; cuando observamos desde nuestros ojos espirituales cómo la mayor parte de las emociones y de las ideas originales son imperceptibles para el resto de sus semejantes; cuando nos damos cuenta de que lo que el hombre expresa con sus palabras no es en realidad la idea que tenía en mente y tampoco los sentimientos que está experimentando, se nos figura como si la tierra estuviera poblada por una infinidad de seres que son incapaces de comunicarse adecuadamente, que son incapaces de compartir su mundo interior y que han aprendido a vivir con todas sus deficiencias creando una serie de alternativas de tipo psicológico, que son la causa fundamental de todos los problemas de relaciones humanas.
La incapacidad para expresar lo que se piensa o lo que se siente, hace que dos personas sean desconocidas la una para la otra aun cuando hayan permanecido viviendo juntas por mucho tiempo. ¿Cómo entonces hacer, para que los seres humanos puedan acercarse realmente hasta el corazón, y ver, sentir y pensar, de la misma forma que la persona con quien están interaccionando?. El siguiente principio de la serie que hemos venido estudiando nos da la clave a este problema sin aparente solución. Mi cara es el reflejo de mi paz interior.
El lenguaje del rostro.
Si a los hombres les pusiéramos una cubierta sobre sus cabezas y les impidiéramos hablar, automáticamente quedarían aislados unos de otros, limitados únicamente a tocarse; el lenguaje del tacto sería sumamente limitado para poder comunicarse y llevar una vida normal. Si a los seres humanos, además del tacto, les diéramos el poder de hablar y poder ser escuchados, la comunicación sería más efectiva y, sin embargo, aún estarían aislados unos de otros. Si les permitiéramos ver, entonces el ser humano tendría la capacidad tal como ahora la tiene, de ver, escuchar y tocar; sin embargo, cuando se observan los ojos, cuando se observa el rostro, cuando se observa el mensaje que va acompañando a las palabras, entonces percibimos que, muchas veces, el mensaje que nos viene de las palabras no es congruente con el que se refleja en el rostro, porque el lenguaje del rostro es un lenguaje infinitamente más profundo, la forma de mirar, el brillo de los ojos, la expresión de las cejas y la entonación de la voz, son mensajes que nada tienen que ver con las palabras que se dicen, mensajes que complementan la idea inicial, mensajes que nos abren la puerta al mundo interior.
El efecto de la armonía en los vehículos del hombre.
La persona que ha decidido seguir el camino de la felicidad no puede equivocarse, la experiencia que está sintiendo en su interno es reflejada a través de cada poro de su piel, es mostrada al mundo con sus ojos, con sus palabras, con sus movimientos, con su sonrisa, con la tranquilidad de su rostro. La armonía es una fuerza cósmica que normaliza el flujo energético entre todos los vehículos del hombre y, por lo mismo, el vehículo físico se convierte en una expresión perfecta de esta misma armonía, como es adentro es afuera; la expresión se torna dulce, serena, armónica, los rasgos se suavizan, la mirada se llena de un sentimiento de amor, la misma entonación de la voz nos habla de esa fuerza, de esa armonía, de esa tranquilidad que la persona está sintiendo en su interno; el ser humano se hace congruente con su realidad interna, y aunque permaneciera callado, su rostro hablaría por él, y aún cuando sus palabras estuviesen recriminando suavemente a una persona, sus ojos le estarían hablando del inmenso amor con que lo hace, su mirada penetraría las más cerradas cárceles de los corazones lastimados; la forma de hablar y conducirse inspirarían tal confianza en el resto de las personas, que todos los temores y todos los prejuicios caerían derrumbados ante este magnetismo que irradia. Por eso es importante cuidar el rostro y entender que las emociones internas se ven reflejadas en ese espejo que todos tenemos en la cara.
Cultivar el contacto profundo con los demás.
Cultiven las miradas dulces, profundas y escrutadoras, no descuiden el lenguaje y véanlo siempre como la más perfecta manifestación que el hombre ha desarrollado para acercarse los unos a los otros. Usen sus manos para trabajar y para explorar los caminos ocultos hacia el corazón de sus semejantes; un apretón de manos, una palmada en la espalda, tal vez sean capaces de romper los más duros cerrojos. Acérquense sin temor hacia aquellos a quienes aman y muéstrenles algo de esa paz interior que ahora experimentan.
El amor es una irradiación de persona a persona.
Los discípulos del mundo conocen perfectamente las maravillas que el amor obra entre los seres humanos, pero ese amor no puede ser expresado a través de libros, a través de cassettes, tiene que ser mostrado personalmente para que la irradiación sea real, para que ese influjo que es emitido a través de la mirada, a través del aura de la persona, pueda envolver al ser con quien queremos comunicarnos. ¿Saben ustedes que los corazones que se han abierto el uno para el otro no necesitan de palabras, no necesitan incluso de miradas?, la comunión total no tiene que ser explicada, no tiene que ser reafirmada, tan sólo se vive, se experimenta, se disfruta y después se sigue caminando porque el sendero es personal, el camino que lleva hacia la cúspide de la realización humana es personal.
Reflejar la verdad interior.
De cuando en cuando encontraremos corazones con quienes podamos experimentar la identificación total; de cuando en cuando encontraremos seres que son para nosotros como dos gotas de agua, podremos estar con ellos y reconfortarnos y sentirnos dueños del universo; podremos permanecer, mandar y recibir mensajes sin palabras, y después de que terminen esos momentos mágicos, habremos de retirarnos sabiendo que la distancia es tan irreal como el mundo que nuestros pies pisan. Y seguiremos el camino buscando reflejar esa verdad interior a través del rostro, siendo como los faros de luz que alumbran las tinieblas de aquellos que aún no han aprendido a encender la mística lámpara del espíritu. Y nuestros pasos nos llevarán sin prisas, hacia ese océano de paz en el que se funden todas las almas una vez que han encontrado el camino de la felicidad.
Aquí dejaré mis palabras y deseándoles desde lo más profundo de mi ser, que sirvan como inspiración en esos momentos en que nuestra fortaleza pareciera desmoronarse. Léanlo lentamente, disfruten cada palabra, porque en ellas se recorre paso a paso, un viaje maravilloso hacia el mundo de la felicidad.
Septiembre 13, 1992.
 
 
SOMOS SERES AL SERVICIO DE LA HUMANIDAD.
 
 
Decíamos que nuestra cara es un reflejo de la paz interior que hemos alcanzado. Decíamos que debemos cultivar las miradas dulces porque es la manera más segura de penetrar en el oscuro mundo de las conciencias humanas.
El lenguaje del cuerpo.
Pero no únicamente la cara es capaz de reflejar esa paz interior que se va alcanzando, también el cuerpo, a través de una multitud de señales, nos habla igualmente de la armonía interior de la persona. La forma de caminar, la forma de conducirse, la forma de mover los brazos o las piernas, la paz que se percibe cuando se encuentra sentado, ese relajamiento que nos habla de la ausencia total de tensiones, es justamente otro de los mensajes que el cuerpo es capaz de transmitir cuando se vive en completa armonía. Todas las tensiones, preocupaciones, angustias o temores, se manifiestan en movimientos involuntarios del cuerpo: tensiones innecesarias, tics de los llamados nerviosos, e incluso el tartamudeo y la respiración agitada.
La razón para leer los mensajes no verbales de las personas.
Aprender a leer el mensaje del cuerpo es asomarnos a la vida interior de una persona; estos son los mensajes y las lecciones que cada ser humano va por la vida mostrando a sus semejantes. Aprender a leer en esos libros vivientes es una de las más grandes maravillas que un discípulo de la luz puede aspirar y la razón primordial de este estudio nos la menciona el noveno principio: Yo soy un ser al servicio de la humanidad, es decir, el hombre en todo lo que hace presta un servicio a la sociedad, e incluso a los otros reinos que conforman a todo el planeta.
Toda actividad redunda en beneficio de otros seres.
¿Se han puesto a pensar que el trabajo que ustedes desempeñan sirve igualmente para otras personas?. ¿Se han puesto a pensar que el dinero que ustedes gastan en sus alimentos, o vestidos, o en su hogar, es dinero que va a ayudar a otras personas?. ¿Han meditado que cada vez que utilizan la luz o encienden un televisor, o utilizan algún aparato eléctrico, en realidad están trabajando para otros?. El ser humano vive dentro de una sociedad y todo lo que hace redunda en beneficio de otros seres. Existe una estrecha interrelación entre todos y cada uno de los seres humanos, por eso es que el principio de que soy un ser al servicio de la humanidad cobra un sentido universal. En cada momento alguno de nuestros actos está sirviendo a otras personas; en cada instante, mi conducta afecta a otras personas, mi permanencia en el mundo no es otra cosa que un acto mediante el cual afecto a toda la humanidad.
La trascendencia de nuestra actividad.
Pero, ¿qué hacemos una vez que hemos entendido este principio?. Una vez que hemos aceptado y comprendido que todo lo que hacemos tiene una repercusión en la sociedad, en ese momento empezamos a tomar el sentido de la trascendencia de cada cosa que hacemos.
¿Qué sería del hombre si todo acto lo ejecutara pensando en las repercusiones futuras y sociales que él puede tener?. ¿Cómo sería la sociedad en donde cada uno de sus integrantes tiene una plena conciencia de su labor dentro de la colectividad?. ¿Qué podríamos esperar de una gran familia de seres que se han dado cuenta de que la única forma de marchar aceleradamente hacia el mejoramiento social y espiritual de todos ellos es trabajar por el bien común, por el bien de esa colectividad?.
Hombres con conciencia universal.
Una sociedad formada por hombres con conciencia universal, es una sociedad que trabaja siempre para el bien colectivo. Imaginemos por unos momentos, cómo sería el mundo si cada uno de los seres humanos se preocupara por efectuar el mayor bien hacia la humanidad; que a los niños, desde sus primeras letras, les fuera explicado el principio de que sólo dentro de la gran sociedad se puede avanzar espiritualmente de una manera armónica y vivir completamente feliz cada momento de su vida.
¿Cómo es posible que todavía existan seres humanos que aspiran a llegar a ser felices mientras a su alrededor las personas sufren y claman por justicia?, ¿Cómo es posible pensar que se pueden crear islas dentro de la gran humanidad en donde pueda existir la armonía que buscan, mientras se mantienen aislados e ignoran los problemas que existen a su alrededor?. Todos estos pequeños paraísos son temporales, la fuerza de la sociedad impulsa siempre a homogeneizar cada una de las condiciones en que viven los seres humanos, el mundo busca la hegemonía, los países se van fundiendo unos con otros y aun cuando momentáneamente seamos testigos de las luchas étnicas y el desmembramiento de grandes conglomerados de razas, esto será tan sólo temporal, las condiciones cambiantes del mundo forzarán a aquellas razas a entender los principios de la convivencia armónica.
Los principios de convivencia armónica.
No será la fuerza de las armas la que convenza a los seres humanos a vivir en paz, sino la misma lucha por la sobrevivencia, dentro de una sociedad que ha establecido reglas económicas para la distribución de los bienes indispensables del hombre; no serán las armas las que hablen, sino el hambre y la escasez de alimentos y medicinas. Y cuando los miembros de una raza, sumidos en la desdicha, vean a los miembros de sus razas contrarias, igualmente penando por las mismas necesidades, entonces se despertará en ellos la conciencia de que siempre fueron hermanos, aun cuando el color de su piel, el lenguaje o su religión fueran distintos, y entenderemos que el hombre vive para servir a la humanidad, y entenderemos que los principios de convivencia armónica empiezan por la aceptación de que somos seres humanos que compartimos un mismo destino, que como raza humana poblamos el mismo planeta y que dentro de una misión cósmica participamos juntos de la misma aventura.
Entender en lo más elevado de nuestra conciencia, que el ser humano sirve a los demás permanentemente en cada acción que hace en su vida, es abrir las puertas de nuestros vehículos superiores, para que las grandes fuerzas cósmicas que impulsan la evolución de la humanidad y del planeta bajen a través nuestro y realicen la labor que deban realizar para que el Plan Divino se cumpla en todos y cada uno de sus puntos.
Qué significa servir a la humanidad.
Servir a la humanidad es estar conscientes de que somos parte de ella, es estar conscientes de que cada uno de los seres humanos no es más que una pequeña tuerca dentro del engranaje universal, es entender que si aspiramos a llegar a las alturas del conocimiento divino, nuestra plataforma de apoyo deben ser nuestros propios hermanos, aquellos a quienes queremos dirigir, a quienes queremos iluminar, a quienes queremos redimir de un pasado desventurado.
Este es el camino que hoy les dejo, para que sus ojos se abran a las nuevas luces que descienden en el Plan Divino. Bienvenidos sean al camino del servicio, al sendero que lleva al Olimpo, al camino de regreso.
Septiembre 20, 1992.
 
 
LA MISION DEL HOMBRE.
 
 
Percibir la felicidad en cada cosa creada.
El sendero del hombre, aquel que hemos venido describiendo, está sembrado de rosas de felicidad, pero el hombre, en su afán de cortar esas flores, olvida el arte de cultivarlas, se enreda entre las espinas, y las flores, alejadas ya de la planta que les dio la vida se marchitan rápidamente quedando tan sólo el recuerdo. Los rosales han sido puestos en el sendero por la bienaventuranza del amor de Dios.
Y si pudiéramos aprender que las flores son más bellas cuando se mantienen en sus plantas; si pudiéramos entender que a la felicidad no se la puede atrapar porque existe únicamente en el presente; si entendiéramos que no es posible detener el transcurso del tiempo y querer hacer que un momento dure toda la eternidad.
Si entendiéramos que podemos ver la felicidad en cada cosa creada, percibir la belleza detrás de las apariencias, encontrar la armonía ahí en donde normalmente observamos sólo problemas; si fuésemos capaces de percibir ese chispazo divino de Voluntad Divina yacente en todas las cosas, diríamos entonces que hemos aprendido a abrir los ojos a la felicidad, porque el hombre tiene una misión, la misión de ser feliz y de hacer felices a los demás, ésta es la misión que deberíamos todos entender.
La esencia de la felicidad.
La felicidad es simplemente la ausencia de juicios negativos, la ausencia de lamentaciones, la ausencia de las autocríticas y la apertura total a la Voluntad de Dios. Sólo el ser que es capaz de percibir el rostro divino detrás de todas las situaciones que enfrenta en su vida, es capaz de permanecer en paz mientras todo a su alrededor parece desmoronarse. La felicidad interior produce inevitablemente la paz, la quietud, el sosiego; pero, para alcanzar esa felicidad interna, hace falta purificar los filtros a través de los cuales se perciben las cosas de la vida.
Hemos hablado ya largamente acerca de los nueve principios que conducen al camino de la felicidad; este último, más que principio es una Ley.
El hombre vino al mundo para ser feliz y hacer felices a los demás, vino a entender que como extensión divina en la tierra, su misión es glorificar al Padre en cada acto de su vida y, a la vez, como parte de una sociedad humana, trabajar incansablemente al servicio de los demás, no únicamente para llevar esa paz y esa armonía, que concede la felicidad, a los que nos rodean.
Así pues, esta última ley sella con cordeles de oro el decálogo de principios que todo hombre debiera seguir para ser partícipe del camino de la felicidad.
La presentación de esta enseñanza en su publicación.
Cuando estos manuscritos, cuando estos mensajes sean publicados, no los encuadernen, entrelácenlos todos con una cinta de color dorado y pónganles un sello en la primera hoja indicando que son los diez principios de la felicidad, claves que valen más que todo el oro de la tierra. Hagan el esfuerzo de que esta enseñanza, desde el momento en que llegue a las manos de aquellos a quienes la Voluntad Divina les otorgue ese privilegio, reciban, desde el primer momento, el impacto de estar en contacto con una enseñanza diferente, con un material que los hará despertar al mundo de la felicidad.
La presentación de esta enseñanza en una clase.
Cuando estos principios sean expuestos en un salón de clase, que el salón de clase sea arreglado, adornado, y que cada rincón de él hable de la felicidad. No permitan que esta enseñanza sea depreciada por los prejuicios con que los seres humanos reciben todos los conceptos, sitúenlos dentro de un contexto de felicidad, rompan todas las tradiciones, para que la forma en que llegue este conocimiento sea lo suficientemente impactante para que rompa los filtros a través de los cuales son escuchados.
La misión del ser humano.
Si la misión es ser feliz, ¿qué estamos esperando?. Si la misión es hacer felices a los demás, ¿qué es lo que nos detiene?.
La fuerza de la Voluntad Divina.
Entendamos, detrás de estos dos mandamientos, a la suprema fuerza de la Voluntad de Dios actuando a través de cada uno de nosotros. Si la fuerza de un río es capaz de horadar los valles hasta formar cañones y precipicios, si la fuerza de una gota de agua que cae incesantemente es capaz de romper la más dura roca, si la fuerza de los terremotos destruye en unos instantes todo el orgullo del hombre, ¿qué no será capaz de hacer la Voluntad Divina cuando establece una ley como un principio inmutable, eterno, para todas sus creaciones?.
¡Paso a la Voluntad Divina! dijeron los ángeles hace muchos siglos cuando descendió el Maestro JESUS a la tierra. Hoy decimos, ¡paso al Amor Divino! porque es el momento de que se aloje en los corazones humanos, es el momento de que esa fuerza que simboliza al hijo del hombre, al hijo de Dios, pase a tomar posesión del trono dentro del castillo humano, en el corazón. Reciban la fuerza del Amor Divino, multiplíquenla y hagan que crezca hasta consumir cada átomo de desarmonía en todos sus cuerpos.
El torrente del amor divino acompaña estas palabras.
Repitan estas palabras cuantas veces sea necesario, delante de todas las personas que acudan a escuchar sus voces; háganles ver, que acompañado de estas palabras, baja el torrente del Amor Divino hasta llegar al último de sus seres creados; no importa cuál sea la ruta que tomen estas energías, llegarán hasta el más recóndito escondite de la sociedad humana y no habrá hombre o mujer en la tierra que se vea ensombrecido por la tristeza, porque una vez que el Amor Divino ha tocado la faz de la tierra, ésta ha quedado marcada y la felicidad será una permanente realidad en todos los seres.
El poder de los instrumentos de la Voluntad divina.
Estamos cerca del cumplimiento de los tiempos, la Voluntad Divina busca instrumentos, cuando éstos aparecen, su voz resuena más alto, su presencia se llena de magnetismo, su mirada se dulcifica y profundiza, sus manos adquieren mayor poder y todo su cuerpo se diviniza alcanzando la estatura de un ser divino.
Hagan de estas enseñanzas su mensaje para todos aquellos que se encuentren necesitados de ellas; no escatimen esfuerzos, rompan las limitantes y trasciendan los estados terrenales para lograr el descenso del reino de Dios y el florecimiento de la edad de oro en el planeta tierra.
Con estas palabras cierro esta serie de instrucciones, los bendigo en el nombre del amado Hermano mayor JESUS. Les doy mis más eternas gratitudes por este hermoso servicio que hemos podido realizar juntos, y escúchenme bien, estaré siempre con cada uno de ustedes y bastará con que pronuncien mi nombre tres veces para atender su llamado inmediatamente, búsquenme en el corazón porque ahí escucharán mi voz.
Septiembre 27, 1992.

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